19 agosto 2012

TEXTO DEL PREGÓN DE LAS FIESTAS DEL BOLLO DE SALAS 2012


Señor Alcalde de Salas, señor Presidente de la Comisión de Festejos, ciudadanía aquí congregada, buenas noches a todos.
Cuando el Presidente de la Comisión de festejos me telefoneó para pedirme que pronunciase el Pregón de las Fiestas del Bollo de Salas, acepté de buen grado por tratarse de mi concejo y, también, porque la invitación no partió de ningún cargo político. Como profesor que soy, detesto, por activa y por pasiva, el halago empalagoso. Como escritor que se pronuncia en la prensa sobre la vida pública, enarbolo de continuo la bandera de la independencia frente a los pesebres y a los discursos maniqueos y mercenarios.
Creo que fue un domingo y era otoño. Hablo de la primera imagen que mi memoria conserva de esta villa. El parque y sus columpios, su estanque. La hojarasca que, al pisarla, entonaba sus ayes melancólicos y agridulces, que es la música de nuestra seronda. Mis padres me señalaron el Viso, donde están buena parte de mis raíces por el lado materno, la misma rama familiar que se asentó en Lanio de la que provengo.
Sería la hora del vermú, la hora de la salida de la misa. Porque poco después estábamos comiendo en Casa del Profesor. Aseguraría que había un piano en aquella planta baja. Y puedo dar fe de que allí saboreé de postre las natillas más sabrosas que recuerdo.
Creo que fue un martes y también era otoño. Recuerdo una conversación en un bar de Cornellana, a la salida de la escuela, entre mi padre y don Isidro Suárez. Hablaban de lo que había representado en Salas el proyecto académico de Feito, posibilitando que en aquel entonces el talento de algunos jóvenes no se malograse por falta de recursos económicos.
Bastantes años después, estando ya mi padre enfermo y jubilado, viajamos a Cornellana, don Francisco Luque, su hijo, mi padre y yo. Don Francisco había sido director de aquel Colegio en la posguerra, y durante el trayecto y la comida ambos hicieron un repaso de lo que había sido la historia de aquel proyecto académico, salpicado de logros, pues de allí habían salido personajes que destacaron en su profesión y que siempre tuvieron al concejo entre sus inquietudes.
Un filósofo danés, que entusiasmó a Unamuno, Kierkegaard, decía que La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante. Pues bien, mirando hacia atrás en el recuerdo, Salas representa el estudio, la ironía y el juego. El estudio, por lo mucho que supuso para este municipio el proyecto académico de Feito. El estudio, digo, sobre la base del esfuerzo y la excelencia, frente a las insufribles pedanterías y demagogias que no hacen más que incurrir en el ridículo produciendo bochorno de todos.
La ironía. Mi padre me habló muchas veces de personajes irrepetibles que habitaron en este concejo y que hicieron de la socarronería modo de vida, cuyo anecdotario sigue siendo recordado por muchos. Pongamos por caso, a Pinón de la Freita, cuyos versos improvisados a golpe de ingenio forman parte de la memoria colectiva salense.
El juego, no sólo en el Parque al que antes me referí, sino también el propio escenario de Salas, su torre, en la que la imaginación infantil se encuentra con un escenario pintiparado para sus fantasías. No se necesita la arena para construir el castillo, ni el aire como sustento. Allí está la torre, cuyo interior ocupa y amuebla la mente de un niño. Algo de eso recuerdo. Algo de eso también le sucedió a mi hijo en sus primeras visitas a Salas.
Salas fue capaz de progresar gracias al esfuerzo que hicieron estudiando sus hijos más ilustres. Gracias también a la lucha de aquellos indianos, ya legendarios, que fueron un elemento imprescindible para la modernidad en Asturias, construyendo escuelas y dotando de infraestructuras a muchos pueblos. Y Salas fue también capaz de convertirse en un lugar muy atractivo para ser visitado gracias a la simpatía de sus lugareños y gracias también a la fama que alcanzó el Bar del profesor.
María Zambrano consignó que todo lo que hemos conseguido antes fue soñado. Me parece muy importante detenerse en esto porque en un momento como el presente, marcado por la crisis y el despoblamiento, la ciudadanía salense tiene que ser enormemente combativa contra el espectro que nos acompaña de aquello que pudo haber sido y no fue, plasmado por los restos de la obra ferroviaria que nunca llegó a concluirse. Pues bien, se diría que ese fantasma resucita al ver cada día los tramos de la autovía de la Espina paralizados entre Doriga y Cornellana y entre Cornellana y Salas. Se sufre un enorme mazazo ante el temor de que la historia se repita, ante el temor de que se nos respete tan poco que esas obras abandonadas y paralizadas lleguen a formar parte de nuestro paisaje durante mucho tiempo.
Si el conocimiento fue, sin duda, un instrumento de emancipación, hay que pensar que en ese sentido la historia, nuestra historia, puede y debe repetirse. No olvidemos que el occidente de Asturias al que pertenecemos fue el vivero de personajes universales que ocupan por méritos propios su lugar en la historia. No olvidemos que los Álvarez tienen sus raíces en este concejo. No olvidemos que el primer periodista español que estuvo al frente de la redacción del New York Times nació en Sobrerriba. No olvidemos que en este municipio la inteligencia fructificó de forma notable gracias a los esfuerzos que se hicieron para que no se desperdiciase el talento de personas de valía por causa de las limitaciones económicas que sufrían sus familias. Como docente y como hijo de un maestro de escuela del que me siento muy orgulloso, no puedo dejar de admirar los referidos esfuerzos, máxime en un momento como éste en el que una serie de derechos que tanto costó arrancar parecen correr peligro a causa de unos recortes que siempre recaen en los que menos culpa tienen y en los más necesitados.
Nos hace falta, insisto, mirar hacia atrás en el tiempo, impregnarnos de la dignidad que emana de las trayectorias de los salenses más destacados y destacables, y, con ello, combatir la resignación que nos paraliza. Resignación digo, que no la melancolía que forma parte de nosotros mismos como asturianos. No podemos ni debemos resignarnos aceptando pasivamente que las potencialidades de esta villa y su municipio languidezcan del modo que lo hacen. No podemos ni debemos resignarnos a no soñar con un futuro para esta tierra. No podemos ni debemos resignarnos a que las circunstancias sigan decidiendo el despoblamiento de este concejo, a que nuestro paisaje sea el asentamiento de instalaciones que todo lo invaden y sofocan, tal y como plasma nuestra pintora Celsa Díaz, hija de un destacado médico cuyo humanismo es todo un ejemplo, en sus últimos cuadros, que, les aseguro, sobrecogen, tanto por su calidad como también por la atmósfera asfixiante que los habita.
Fue Jovellanos quien dejó bien sentado que no era lícito hipotecar el futuro de las generaciones venideras por un bienestar efímero del presente. Todas las reconversiones que se vinieron haciendo en Asturias incurrieron en esa hipoteca del futuro. Si bien es cierto que no se puede volver atrás y remedar los errores cometidos, no lo es menos que estamos a tiempo de poner freno a esa tendencia. Una generación que no ofrece futuro a sus hijos es una generación fracasada. Y nadie puede contentarse ni conformarse con un balance tan frustrante.
“Un pueblo en marcha, gobernado con un buen discurso, se me representa de este modo: una herencia histórica corregida por la razón». Son palabras de un personaje, injustamente odiado por muchos, por el que siento veneración. Hablo de don Manuel Azaña. Es a esa herencia histórica a la que debemos acudir, la del esfuerzo, la del empeño personal, la de los sueños individuales y colectivos. A esa herencia histórica, acompañada de una razón correctora, que nunca es conformista, sino exigente.
Toca, en estas fiestas que estamos inaugurando, divertirse, homenajearnos a nosotros mismos, sin perder de vista nuestras referencias del pasado y sin renunciar a negarnos a ser una generación fracasada que no sea capaz de ofrecer un futuro en nuestra tierra a las generaciones venideras.
El empeño, en las actuales circunstancias, no es nada fácil. Pero lo irrenunciable no está reñido con el esfuerzo, en este caso por abandonar la resignación y por armarnos de dignidad instando a que se acaben las negligencias, las promesas incumplidas y los guetos. Salas y el occidente asturiano no pueden ni deben aceptar ser una geografía del abandono en su patrimonio histórico, así como en la potencialidad de sus recursos.
Parodiando unos versos de Neruda, nosotros no somos los de entonces, es decir, los que marcaron ejemplos dignos de ser seguidos, pero estamos obligados a intentar ser sus dignos herederos.
Toca alegrarse, celebrar las fiestas, soñar. Una alegría que necesita motivación, una motivación cargada, como la poesía según Celaya, más que nunca de futuro. Hay que clamar por el futuro no sólo desde nuestro presente, sino también desde la atalaya del pasado, la que da cuenta, históricamente, de lo mejor de nosotros mismos.
¡Muchas gracias! ¡Felices fiestas del Bollo 2012!